Hace
poco leí un libro de Monika Zgustova , Las Rosas de Stalin, me gustó lo que
contaba y como lo contaba, así que busqué en el catálogo de la biblioteca pública
que obras podía haber de ella.
Yo
de literatura checa sé poco o mejor dicho nada, a excepción de La insoportable levedad del ser y el Perfume
pero todo lo que suena a checo tiene la
credencial de que me puede gustar, quizás porque me encantó el país, el más
misterioso que he conocido y sus habitantes también me lo parecieron.
Zugtova tiene también escrito algunos artículos en el País, uno de ellos me ha
gustado mucho, sobre el “idílico” matrimonio entre Vera y Vladimir Nabokob,
otro trata de los escritores que se inspiran en Google para escribir una
historia, Internet ofrece imágenes de todo tipo que pueden inspirar, aunque
opino como ella, nada es como visitar el lugar in situ, pero no siempre se
puede.
En
esta obra que comento editada en el año
2006 la autora nos habla desde la voz de una mujer de 70 años para la
que la vida no acaba sino que empieza. Sylva va rememorando los recuerdos de su vida desde la invasión nazi
hasta el periodo comunista; es enigmática y reservada pero yo creo que todos
los checos lo son, desde luego no se puede decir que sean comunicativos; sus
años de infancia/juventud con unos padres ausentes y una vida en el castillo de
niña solitaria, sus padres eran aristócratas y un buen día su madre le dijo
siendo aún una adolescente : Ha venido un
Sr a pedir tu mano, es embajador de Checoslovaquía en Budapest, el Sr era
ya un hombre de cierta edad, y sus padres dieron la aprobación.
La
vida al lado de su extraño marido y con una madre llena de normas en las que se
basaba la aristocracia van haciendo de Sylva una mujer silenciosa.
Se
quedó pronto viuda y su madre le aconsejaba que se comportara como una noble orquídea, una mujer inabordable, distante y reservada, ahora
vivía en un pequeño palacete en Mala Strana (*) y por primera vez se sentía
libre.
El
libro está dividido en tres partes, la dedicada al periodo comunista es
interesante, no es la única autora que toca el tema de los años oscuros donde
la gente desaparecía y no se volvía a saber. Andrei Ivanovich el hombre con el
que Sylva había tenido un hijo había
desaparecido, hacía siete años que no tenía noticias de él, llamaba a las
puertas de los ministerios pero no obtenía respuesta, no sabía si estaba vivo o
muerto, Andrei había ido a la Unión
soviética y allí se pierde el rastro, ella había recibido una oferta para
colaborar como informadora y se había negado, pero el estado tenía recursos
para hacerte cambiar de opinión sobre todo con un hijo de por medio.
No quiero desvelar el final.
Libro
que recomiendo
(*)
Mala Strana, un señorial barrio de Praga al otro lado del río.
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