La belleza del lugar me había sorprendido, pues nunca antes había estado allí. Nada más salir de la estación vi unas murallas y en su interior unas torres rechonchas con sus campanarios, era un monasterio fortaleza de los tantos que habían existido en Rusia desde tiempos inmemorables, pero aquello ahora era un monumento carcelario, el paisaje estaba helado, pues en Rusia desde Diciembre hasta bien entrada la primavera, todo está cubierto de nieve. Yo en aquellos momentos no pensaba que esos instantes y posteriores recuerdos inspirarían mis memorias.
Aquel lugar tan bello había sido un monasterio eremita y ahora era un campo de trabajo para el gobierno, las palabras son a veces cuestión de semántica. Por aquel lugar había pasado todo tipo de gente, intelectuales, aristócratas y los consabidos contrarrevolucionarios, ese lugar era Niznhi Novgorod- En Rusia siempre fuimos así, hubo cárceles en la época del Zar y las había ahora en la época soviética, pero la represión siempre estuvo presente. Otra de las características nuestras fue la pasión por la música y el piano, en la época zarista las familias pudientes tenían un piano en casa, y alguna de las hijas debía saber tocarlo, ahora en la soviética era más fácil pues los pianos los proporcionaba el estado, pero era recomendable estar afiliado al partido, porque en el partido también había una “burguesía”, solo que yo en aquellos años estaba adoctrinado y no veía más allá de lo que nos ensañaban. Fueron años difíciles, la demencial política de Stalin era callada por los que tenían algo de poder, no ya en el Soviet de Moscú, sino en los oblast (1) alejados del centro del poder, solo necesitaban verte con una chaqueta nueva para que alguien del Konsomol pensara que eras rico, las acusaciones estaban a la orden del día. Sobre el número de muertos se ha exagerado, posiblemente no pasaron de tres millones, pero es una cifra alta. Occidente vivía ajeno a todo ello, pues los pocos intelectuales que eran invitados a visitar el país eran afines al sistema y se les paseaba por las ciudades florecientes, Leningrado, Moscú, las consabidas visitas al Kremlim, al teatro Mariinski y a la granja considerada modelo. En Rusia no solo hubo un culpable, fue todo un batallón, Molotov, callado y reconcentrado, al servicio del hombre al que admiró; Voroshílov, un militar de prestigio que había ocupado distintos cargos; Kaganovich arquitecto y urbanista de la ciudad de Moscú y cuya hermana Rosa a decir de algunos historiadores fue amante de Stalin. Kaganovich quiso destruir la catedral de San Basilio, menos mal que Stalin estuvo lúcido y no lo permitió. Muchos nos hemos preguntado si estaban de acuerdo con aquellas órdenes que emanaban de su jefe, pero si no fue así, callaron, porque vivían bien, dachas, tiendas especiales, buenos apartamentos, supermercados y otros privilegios, ¿por qué iban a contradecir al monje del kremlin?
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